Jorge Meier, el señor de los carneros
Trabaja con ovejas desde hace 48 años y se desempeñó en importantes establecimientos de cría de lanares del sur bonaerense. Su genética es reconocida en todo el país y en el exterior: es el único productor de la provincia que exporta carneros a Brasil. En la última Exposición de Villa Bordeu volvió a obtener el Gran Campeón Corriedale. “A mí me formaron señores cabañeros y excelentes personas”, asegura. Y destaca en sus logros el acompañamiento familiar.
“En estos casi 50 años que llevo trabajando con los Corriedale no he visto animales perfectos. Pero este carnero se acerca bastante a la perfección. Que hubiera tantos cabañeros interesados y que haya hecho el precio que hizo en el remate, quiere decir que es bueno en serio”.
La frase lleva la firma de Jorge Meier, uno de los mejores cabañeros que tienen la provincia de Buenos Aires y el país, y hace referencia al carnero que se consagró Gran Campeón en la última edición de Villa Bordeu. “Se trata de la exposición más importante de la raza Corriedale de la Argentina y de Sudamérica, por eso es un orgullo ganar ahí”, asegura el productor lanar que con su cabaña Don Reinaldo, ubicada en Dufaur, obtuvo cuatro grandes campeonatos en los últimos seis años.
En esta oportunidad a la cucarda más preciada se le sumó que el reproductor se vendió en 302.000 pesos, un récord absoluto. Jorge es un apasionado de los lanares y en su cabaña trabaja día a día para mejorar un poco más su probada genética. Por eso decidió participar de la compra del carnero récord.
“Por cláusula, en Bahía Blanca estás obligado a vender el animal, y lo que hice en este caso entonces fue reservarme el 50%. Aunque mi parte la tuve que comprar como cualquiera”, indica. Néstor Aldazábal, de la cabaña 23 de Noviembre, en Coronel Dorrego, fue quien se asoció con Meier para la compra.
“El objetivo de los dos es seguir mejorando nuestras majadas y vamos a hacer las gestiones para congelar y vender semen”, dice Jorge. “Ya me hablaron de Brasil que quieren pajuelas”, agrega.
Los comienzos
Jorge tenía apenas siete años cuando la vida le pegó un golpe de nocaut: falleció su padre. La ausencia del líder de la familia obligó a dejar D´Orbigny, el pueblo ubicado cerca de Coronel Suárez donde nació. “Mi mamá fue contratada para trabajar como cocinera en ‘Mahuida-Co’, de Hugo Bendorf en Sierra de la Ventana, donde conocí a las ovejas”, dice.
Mahuida-Co era una de las mejores cabañas de Corriedale del país y si bien todavía era muy chico y no trabajaba, Jorge pasaba muchas horas con Carlos Schneider, un muy buen cabañero que empezó a transmitirle la pasión ovina. “Dos años después nos fuimos a Santo Tomás de las Sierras, y ahí arranqué a trabajar con los animales, con don Juan Pereyra, que me enseñó muchísimo, pero además fue como un padre para mí. También me dio una mano grande Julio García”, cuenta.
El Ruso -tal como se lo conoce en el ambiente ovejero- fue creciendo y se metió más en el trabajo de la cabaña, eso incluía concurrir a las exposiciones, que en ese entonces eran muchas. “Así fue como en la de Coronel Pringles conocí a Juan Carlos Mosca, quien me ofreció ir a trabajar a su cabaña ‘El Centro’, que era propiedad de él y de su padre Reinaldo”.
Se hizo cargo de la cabaña con apenas 17 años. La experiencia con los Mosca se extendió por varios años, en los que “El Centro” ganó muchísimos premios. “Fue siempre una cabaña de punta”, asegura Jorge. Aunque por sobre eso, Meier destaca la calidad humana de sus patrones: “Dos grandísimas personas”.
La consolidación
Estando en como los Mosca fue que Meier recibió la propuesta laboral de Mario Aróstegui, “un genetista de primera y un señor con mayúsculas”, cuenta. “Con sus conceptos teóricos y mi práctica, arrancamos la cabaña Don Reinaldo”, agrega. Ahí está el origen del nombre y de la genética de la actual cabaña que conduce Jorge: “Hoy se llama así por la continuidad del trabajo que hicimos con Aróstegui y por homenaje a don Reinaldo Mosca, a quien yo apreciaba muchísimo”.
Fueron 11 años los que el cabañero trabajó con el genetista. “Ahí adquirí una gran experiencia, participamos de un montón de exposiciones, ganamos muchos premios. El doctor Aróstegui fue el precursor de la cara descubierta y vellón fino, en sus remates siempre tenía animales grandes y con esas características”, indica.
Además de los logros laborales, en su estadía en el establecimiento de Aróstegui, el Ruso formó su familia: se casó con Sabina (falleció en 2008) y nacieron sus dos hijos, Lorena y Francisco. La experiencia con el genetista se interrumpió a partir del ofrecimiento de Héctor Cayssials, y se convirtió en cabañero de “El Nuevo Lucero”.
Meier tiene un gran recuerdo de esa etapa, que se extendió durante 18 años, en lo personal porque asegura que “Pochocho” Cayssials “fue un hermano para mí, el que más me dio en la vida, si tengo algo hoy es gracias a él”; y en lo profesional, ya que “hubo años que con la cabaña ganamos en todas las exposiciones que nos presentamos”.
La cabaña propia
El fallecimiento de Pochocho fue un duro golpe para Jorge, con el agregado de que se dio el mismo año en que se fue su compañera en la vida. Allí comenzaron una serie de cambios que terminarían con la fundación de su propia cabaña. “Los hijos y la esposa de Pochocho, excelentes personas, continuaron un par de años con la actividad hasta que vendieron el campo. Yo tenía unas ovejas que me había dado el doctor Arostegui, y me quedé con 40 ovejas del plantel de ‘El Nuevo Lucero’, y con eso arranqué mi cabaña”, comenta Jorge.
Con mucho sacrificio, Meier empezó a salir a exposiciones con la nueva “Don Reinaldo” y los resultados no tardaron en llegar. “Hemos ganado en varias veces en Bordeu, en Coronel Pringles y en Coronel Suárez”, cuenta. “¿Palermo? No voy por una cuestión de costos, seguimos siendo una cabaña muy humilde, y además porque en Corriedale casi no hay competencia”, aclara en referencia a la Exposición Rural que se realiza en Buenos Aires.
El Ruso hoy con 67 años es encargado de un campo, en el que también trabaja su hijo, y además alquila un puñado de hectáreas donde tiene sus lanares y la cabaña. “Yo trabajo todo con animales de pedigree. Tengo 150 ovejas en el plantel número uno, y otras 50 en el número dos, de donde saco los carneros para venta. En total son 200 ovejas, más las borregas y los carneros, así que ando en alrededor de los 400 lanares”, explica.
Carne y lana
Jorge indica que tiene una línea de animales muy comerciales. “Son de muy buenas conformaciones, de muy buen tamaño. Hoy Corriedale no le tiene envidia a ninguna raza carnicera”, dice. El fuerte de su negocio es la venta de carneros y comercializa la lana como un complemento.
“Lo importante para mí es la cabaña. Tengo una gran demanda, y vendo entre 80 y 90 carneros por año, que según la calidad pueden valer entre 6.000 y 10.000 pesos. Todos los comercializo en forma particular. Tengo clientes en muchas zonas, en Azul, en Tandil, en Olavarría, el INTA también me compra”, explica.
Además, hay años como este 2017 que se dan muy buenos valores de venta en las exposiciones. Como le sucedió al Ruso en Bordeu. “Yo vendí el Gran Campeón en 300 mil, dos en 50 mil y otros dos en 30 mil. Pero no es lo habitual”, aclara.
Lo que sí es usual para Don Reinaldo es ubicar carneros en Brasil. “Hace tres años que les vendemos a los brasileños, soy el único cabañero de la provincia de Buenos Aires que ubica carneros allá”, asegura. Y con satisfacción cuenta que “en las últimas exposiciones de Corriedale en Brasil ganaron animales míos”.
En lo que respecta a la lana, el Ruso también hace un buen negocio. En este caso la clave está en formar parte de una cooperativa de productores que vende la lana en el Centro de Acopio de Coronel Pringles, en lo que es una iniciativa del Prolana. “El año pasado en las barracas pagaban el kilo entre 10 y 12 pesos y yo lo vendí a 28. Otros lograron hasta 36 pesos. Es muchísima la diferencia, así que yo les recomiendo a los productores que se sumen a los Centros de Acopio porque hace que la actividad sea mucho más rentable”, comenta.
Forma de vida
“Esto de la cabaña es todos los días. Nosotros no cerramos la persiana los domingos o lo feriados”, explica el Ruso, que no duda en decir que “sigo aprendiendo todos los días”. Al margen de la actividad comercial, Meier destaca las satisfacciones personales que le han dado las ovejas en todos estos años. “Yo he podido conocer muchísima gente y he hecho un montón de amigos, incluso que no son del país, porque tengo muy buena relación con chilenos, uruguayos, brasileños, neozelandeses y australianos”, dice.
“Llevo casi 50 años en esto, que es lo que me gusta, y lo hago con mucho cariño. Yo viví toda la vida con la oveja y para la oveja”, asegura. “Lo que se necesita es constancia, trabajo, y también conocimiento. Mi familia y amigos me ayudan mucho y así voy para adelante. Las circunstancias de la vida hicieron que pudiera tener mi cabaña hace seis años, por eso lo voy a disfrutar el resto de mi vida”, agrega en la despedida el señor de los carneros.
Hay oveja para rato
Al ser consultado sobre el futuro de los lanares, el Ruso Meier no tiene dudas: “Desde que tengo uso de razón escucho que se termina la oveja. Viví más de 60 años escuchando eso y acá estoy, yo subsistí y tengo lo que tengo gracias al ovino. Me compré vacunos, pude arrendar un pedacito de campo, todo por la oveja”.
En cuanto a la actualidad de la actividad, Jorge recomienda tener en cuenta los créditos que se ofrecen por la Ley Ovina. “Son muy buenos los planes que hay. Y sirven para los que quieran producir y también para aquel que siempre quiere tener una majadita para consumo”, asegura.
Además, el cabañero destaca que el consumo de carne ovina ha ido en aumento, y él, obvio, se declara fanático: “La oveja es riquísima, lo que pasa es que mucha gente quizás no la ha probado, pero la carne ovina en Nueva Zelanda o Australia es el plato principal. En lo particular, toda la vida comí carne ovina y hoy no tengo colesterol”.
Por Juan Berreta