A pesar de los factores que vienen perjudicando al cultivo desde hace unos pocos años, la coyuntura internacional y el clima favorable arrojaron una campaña que sorprende a los girasoleros más optimistas. Esta nueva realidad sirve para reposicionar a uno de los cultivos emblema de la Argentina y permite insistir en la conveniencia de diversificar desde el punto de vista del riesgo económico y ambiental. Aún hoy pesan sobre el girasol retenciones del 30% para el aceite y del 32% para la semilla, números impensados para un cultivo que ha visto perder su terreno histórico y que es y será clave en la sustentabilidad del sistema agrícola argentino. Sin embargo, a fuerza de factores externos y a la voluntad de sus productores, el girasol recupera el espíritu y hace crecer las esperanzas de quienes desean más superficie. Los números de la campaña indican que, por la combinación de mayores precios y un incremento en la producción debido al clima favorable, se duplicó el valor del negocio en el último año. La variación productiva entre una cosecha y otra es del 48,6% (3,3 millones de toneladas versus las 2,22 millones del año anterior, que aún están lejos de las 4,65 millones de la campaña 2007/08). Ese hecho y el aumento ponderado de precios del 45,8% hicieron que el negocio creciera 116,7%. Claro que si Argentina hubiera mantenido el buen nivel productivo de 2007/08, el negocio hubiera crecido 205,5%. Los motivos están principalmente en los precios. Es que, si bien el consumo interno de aceite y pellets se mantiene estable, como el de aceite es una mínima fracción (28% de la producción) y el de pellets tiene menor valor relativo, puede afirmarse que el negocio girasol creció, por lo menos, al doble, a los precios del 28 de marzo pasado.