Salud y conciencia en épocas de Calentamiento Global
Durante los últimos 50 años, el clima en la Tierra ha sufrido modificaciones de forma relativamente rápida y las temperaturas globales aumentaron.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el consumo de combustibles fósiles, entro otras actividades humanas, ha liberado cantidades dióxido de carbono (CO2) y de otros gases (metano, óxidos nitrosos y clorofluorcarbonos) de efecto invernadero “suficientes para retener más calor en las capas inferiores de la atmósfera y alterar el clima mundial”.
Ante este panorama, el cambio en los ecosistemas genera la aparición de enfermedades emergentes y reemergentes, tanto en humanos como animales y propicia migraciones de especies parasitarias a nuevos hábitat.
En este sentido, la OMS y la OIE (Organización Mundial de Sanidad Animal) afirman que una de las principales consecuencias de los cambios climáticos radica en la forma de transmisión de enfermedades vectoriales.
Las actividades que realizamos y que impactan en el medio ambiente generan cambios que favorecen esta situación lo que, a su vez, esta directamente vinculado al crecimiento demográfico, las superpoblaciones que derivan en conglomerados en las ciudades y que crean esos hábitat ideales para el desarrollo de los distintos vectores.
El Dengue es uno de los ejemplos que encontramos en nuestro país.
El Aedes aegypti, una especie selvática, no habitaba en América del Sur y fue el hombre el que le dio la posibilidad de transformarse en doméstico, facilitando los criaderos.
Otro ejemplo es la leishmaniasis, propiciada por la tala de árboles y los basurales, aguas estancadas y residuos en las zonas urbanas.
La problemática se extiende en la medida en que el número creciente de individuos, además de incidir en el cambio que sufren los ecosistemas, demanda una mayor cantidad de alimento sanitariamente seguro en producciones intensivas que cuiden el medio ambiente, por lo que se plantea necesario un aumento más sostenible de la producción animal.
La expansión hacia los mercados internacionales establece un modelo productivo en donde prima el uso de insumos químicos y el monocultivo. Las políticas deben garantizar la producción animal sustentable, en donde la utilización de los recursos, las inversiones, la investigación y el desarrollo de la tecnología, sean en función de las demandas actuales y emergentes.
A partir de esta situación, se plantea un nuevo desafío para el hombre en relación a la salud pública y a la sanidad animal que demanda la necesidad de trabajar para generar y tomar conciencia de cara al futuro y que involucra a todos los actores de nuestra sociedad y decisión política por parte de los gobiernos.
El acompañamiento de políticas integrales que garanticen el abordaje de estas demandas, los controles efectivos de vigilancia epidemiológica, control y preservación de nuestra fauna autóctona que actúan de reservorio de muchas enfermedades emergentes, los controles sanitarios en la producción de alimentos, la capacitación de profesionales y la discusión e investigación en los ámbitos académicos, son medidas y espacios necesarios para mejorar la calidad de vida de las personas y el bienestar de los animales.
Por último, el trabajo en equipos multidisciplinarios garantiza una mirada más abarcativa frente a este panorama. Frente al riesgo que constituyen las zoonósis para la salud de los seres humanos y, por otro lado , la necesidad de reforzar los controles sanitarios en los procesos productivos; se vuelve indispensable una mayor participación y reafirmación del rol del médico veterinario (sin importar el ámbito en el cual ejerce su profesión), junto a otros profesionales de las ciencias médicas y a los actores responsables de desarrollar políticas de prevención, control y concientización a nivel municipal, provincial y nacional.
Prensa Círculo de Veterinarios