viernes, 11 de noviembre de 2016

Integrando conocimientos para producir más
Un plan a diez años llevado adelante por un veterinario en un campo de cría correntino permitió duplicar la cantidad de vientres, mejoró la genética y aumentó al 80% los terneros logrados para el feedlot de la firma. Por su valor como ejemplo de adopción de tecnología, fue premiado por académicos. 
La Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria y Biogénesis Bagó realizaron un concurso con el objeto de reconocer el esfuerzo de los profesionales de campo, premiando trabajos de asesoramiento y adopción de tecnología que hayan incrementado la eficiencia ganadera. El médico veterinario Alfredo Witt y sus hijos Fernando y Gustavo, también veterinarios, fueron distinguidos por haber integrado tecnologías de manejo, reproductivas, genéticas y sanitarias para mejorar los procreos en un establecimiento del sudoeste correntino, con resultados ejemplificadores para la zona y el país. 
Los especialistas presentaron el caso de una firma con campos de cría sobre pastizales naturales en Esquina, Corrientes, un feedlot profesional en Buenos Aires y un pequeño plantel Braford y Brangus. 
“A comienzos de los ‘90 el dueño me planteó: ‘hace años que vengo luchando para mejorar, hago inseminación artificial, incluso iniciamos el destete precoz, pero los indicadores no progresan’. Entonces, hicimos una auditoría general y un plan de trabajo a diez años que incluía reproducción, genética, sanidad, manejo y hasta capacitación del personal. Él no sólo dio el visto bueno sino que se involucró en el proceso, no escatimó nada”, contó Witt a Valor Carne, refiriéndose a las causas que dieron como resultado un salto productivo, con aportes económicos globales para la empresa. 
En ese sentido, inicialmente el planteo tenía 4.621 vientres, una preñez del 71% y se lograban apenas un 65 % de terneros. Una década después, de la mano de la ampliación de la superficie ganadera y la puesta en marcha del plan, se habían duplicado las madres, a 9.017, comprando sólo el 2%; la preñez llegó al 88% y el porcentaje de terneros obtenidos trepó al 80%. 
“La producción extra fue de 1.890 teneros anuales en promedio. Si los hubiesen tenido que comprar, considerando el ahorro del 14,5% en gastos comerciales, se agregaría un equivalente a otros 281 terneros. Es decir, que aportamos al feedlot un total de 2.172 terneros más por año, que a razón de $ 6.000 cada uno significan $ 12 millones a valores de hoy”, planteó. 
El cambio tecnológico 
Para Witt, “lo valioso del trabajo, a pesar de haberse realizado hace unos cuantos años, es haber podido integrar todo el arsenal de conocimientos disponibles a la vez, cuando muchos ganaderos incluso hoy en día siguen llamado al veterinario para realizar prácticas aisladas, por ejemplo diagnóstico de preñez o revisación de toros, con pobres aportes a la evolución de la empresa”. 
Un punto clave fue ajustar la temporada de servicios buscando sincronizar los mayores requerimientos de la vaca con la estacionalidad de los pastizales. “En Corrientes, los pastos tienen un crecimiento explosivo en primavera. Sin embargo, el servicio primavero-estival se reforzaba en junio/julio, debido a los bajos índices de preñez logrados en el anterior, cubriendo un total de 190 días. Nosotros focalizamos el servicio en una sola temporada, a partir del 1º de octubre, y lo achicamos a 135 días. De este modo, se incrementó la preñez, en menos tiempo, o sea que se dio un paso adelante en eficiencia”, sostuvo. 
Otro adelanto fue reducir en un año la edad de las vaquillonas de reposición al primer servicio, implementando la suplementación invernal. “Las terneras sobre campo natural tenían capacidad de procrear recién a los tres años, ya que antes la manifestación de los celos era muy baja. Nos llevó casi cinco años ajustar los sistemas de recría para que todas llegaran temprano, a los dos años, con fuerte impacto en la producción de terneros”, recordó.
Así las cosas, se puso en marcha el destete precoz del 100% de los vientres, a los 45/60 días de vida del ternero, con la idea de que vuelvan a ciclar rápidamente. “Al principio se reiniciaba el servicio entre 10 y 14 días después del destete mientras que el pico de celos, que puede llegar al 60 %, se produce entre los 8 y 10 días. Cuando empezamos a aprovechar esta ventana, el cambio fue impresionante”, contó Witt. 
Simultáneamente, con las vacas adultas se optó por la inseminación artificial con semen de toros superiores, de producción propia, bien elegidos. “Con esta práctica propiciamos el cambio genético que en principio era cruza cebú hacia el Braford y Brangus, con excelentes resultados”, agregó. También modificaron el manejo de los toros, que tradicionalmente llevaban a recriar a Buenos Aires y luego volvían a Corrientes. 
“Si bien en los campos pampeanos comían muy bien, preferimos hacer todo el proceso en el mismo ambiente, ayudándolos con una suplementación, con grandes beneficios. El toro adaptado a su zona dura más: bajamos el descarte del 25% al 5% anual”, aseguró. 
Otra herramienta que contribuyó a la mejora reproductiva es el control eficiente de tricomoniasis, problemática endémica en el NEA. Para ello, se abandonó la práctica tradicional de chequear sólo algunos toros, previo al servicio, haciéndolo en todos los ejemplares, dentro de los 30 a 40 días posteriores al mismo. “En ese momento el parásito está en un ciclo de alta multiplicación y se detecta más fácilmente. Además, repetimos el estudio antes del próximo período de entore para saber si hubo reinfección a partir de rodeos de campos lindantes”, explicó. 
Con respecto a la edad de los toros para entrar en servicio, Witt considera que rompió el viejo paradigma del norte. “El ganadero de la zona está convencido de que a los 2 años ‘se arruinan’. Nosotros empezamos a utilizarlos cuando cortaban dos dientes y luego se desarrollaban muy bien. Así, íbamos incorporando nueva genética más rápidamente y eliminado toros viejos aún cuando todavía fueran útiles”, indicó. 
También modificaron el sistema de entore, poniendo 3 toros cada 100 vacas en lugar de los 6 o 7 habituales, dejando los mismos ejemplares hasta finalizar el servicio. “Muchos piensan que los toros se cansan y los reemplazan porque los ven flacos, cuando en la práctica tienen capacidad de brindar 10/12 servicios por día. Es normal que adelgacen 30 a 40 kilos, si caminan detrás de la vaca en celo, pero eso no impide su función reproductiva. Lo que sí influye en la preñez, son los cambios de ejemplares, que puedan alterar el orden social del rodeo”, advirtió. 
Al momento de encarar el plan de vacunación, Witt fue muy estricto. “Además de respetar las vacunas clásicas, obligatorias, les daba doble dosis contra enfermedades virales, reproductivas y leptospirosis, entre los seis y siete meses, y sumaba otra más antes del servicio. Dado que se formulan con virus muerto, hay que reforzar la protección. La mayoría, incluso en Buenos Aires, vacuna recién pre-servicio y ahí ya es tarde, las pérdidas pueden ser enormes”, señaló. 
Al día de hoy 
Alfredo Witt recibe la distinción por la “Innovación en la Producción Bovina” de manos del presidente de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria, Carlos Scoppa. 
En la foto superior se puede ver como Witt recibe la distinción de manos del Presidente de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria, Carlos Scoppa. 
En síntesis, algunas de las tecnologías aplicadas fueron pioneras en el norte, mientras que otras son conocidas pero adoptadas aisladamente. Por eso, a la hora de la premiación, el jurado valoró que “la problemática solucionada por este caso sigue teniendo vigencia y que la innovación estaba en la sincronización fina de todos los conocimientos para lograr un resultado superior”, subrayó Witt. 
Para el especialista, con casi cincuenta años de experiencia profesional, “el avance de la ganadería requiere que el veterinario se integre al proceso global de decisiones del establecimiento junto al agrónomo, al nutricionista y hasta el contador, formando equipo con todo el personal de la empresa. Un paso importante es conversar con el ganadero para dejar de prestar servicios puntuales y pasar a ser, mancomunadamente, motores del cambio”. 
Por Liliana Rosenstein, Editora de Valor Carne