jueves, 30 de junio de 2016

Cómo implantar pasturas en suelos ganaderos 
Con acceso limitado a los campos agrícolas, la ganadería se enfrenta al desafío de generar forrajes en superficies de baja calidad. 
La ganadería en la Argentina se enfrenta al desafío de desarrollarse en suelos de bajo potencial de producción y calidad de forrajes con una distribución estacional, debido a que los campos de mayor potencial productivo están ocupados por la agricultura. En este contexto, técnicos del INTA explicarán en las XXIV Jornadas ganaderas de Pergamino –que se extienden hasta hoy 30 de junio–, cómo implantar pasturas y aumentar la producción de forraje con un mayor valor alimenticio en los suelos bajos. 
De acuerdo con Jonatan Camarasa, técnico del INTA Pergamino –Buenos Aires–, “la siembra de pasturas en los suelos ganaderos debe estar enmarcada en la planificación de la oferta forrajera del establecimiento”. Este tema, sumado a la reflexión de lo que se viene y cuál es la propuesta del instituto para la nueva etapa, será analizado en una charla de la que participarán autoridades del sector, junto con Ricardo Buryaile, ministro de Agroindustria de la Nación, y Amadeo Nicora, presidente del INTA. 
Evaluar en cada lote la composición del recurso forrajero –pastizales naturales o pasturas degradadas– y la condición de las especies que lo integran será fundamental para saber si es o no necesario su reemplazo. “Por lo general, suelen estar compuestos por especies de baja productividad o valor forrajero, como el gramón, el pelo de chancho o los espartillos y malezas de hoja ancha”, detalló Camarasa. 
En esta línea, destacó que se debe tener en cuenta que, si las características del suelo lo permiten, es conveniente realizar previamente uno o dos cultivos anuales para otorgarle a la pastura las mejores condiciones para su implantación. Y aseguró: “Los mejores antecesores para pasturas en base gramíneas son soja, moha o girasol, si el suelo lo permite”. 
En el caso de que el suelo no permita un cultivo agrícola, Camarasa aconsejó “comenzar a preparar el lote en la primavera del año anterior a la siembra, con un adecuado control de malezas y evitando eliminar la cobertura vegetal del suelo”. 
A su vez, subrayó la influencia de ciertos factores físicos y biológicos en la germinación y el crecimiento de las especies forrajeras como ser características del suelo y del clima, de las condiciones físicas de la cama de siembra y tipo de siembra, como así también de la calidad de la semilla. 
Camarasa destacó la importancia de definir el lote en el que se implantarán las pasturas y conocer los tipos de suelos, identificarlos y sectorizarlos para tratarlos de manera independiente. A tal fin recomendó utilizar las cartas de suelo, las imágenes satelitales, los análisis químicos y, de ser necesario, físicos de los suelos. 
En referencia a las especies templadas más usadas en suelos no agrícolas, el técnico del INTA detalló: para Buenos Aires, las gramíneas como festuca alta y agropiro alargado; y las leguminosas como trébol blanco, los lotus tenuis y corniculado y el trébol de olor. Como una alternativa están las megatérmicas: grama Rhodes y mijo perenne.
Asimismo, en cuanto a las semillas, aconsejó realizar un análisis para conocer el poder germinativo (PG), la pureza (Pu) y el peso de mil semillas (P1000). Estas variables permitirán definir la densidad de siembra, en la medida que cumplan con los estándares que exige el INASE para la categoría de la semilla a sembrar. 
Para su siembra, Camarasa indicó el sistema de siembra directa, aunque, en circunstancias de suelos desparejos por pisoteo en condiciones de alta humedad o por corridas de agua, se puede recurrir a laboreo mínimo, normalmente con rastra de disco para hacer posible la siembra de las pasturas. 
En referencia a la profundidad de la siembra, Camarasa lo consideró “un aspecto muy importante para el nacimiento de las plántulas de estas especies, por lo que debe ser entre 0,5 y 1,5 centímetros”. 
Y agregó: “Las pasturas base gramíneas para suelos ganaderos deben lograr la mayor cobertura del suelo en el menor tiempo posible. Para ello, será necesario sembrar con hileras de entre 17,5 y 20 centímetros por el diseño de las sembradoras. Las leguminosas se siembran en la misma línea de siembra de la gramínea o en siembras cruzadas”. En cuanto a la época más favorable para la implantación de las especies templadas, el especialista ponderó las ventajas de las siembras tempranas de otoño. Es que la semilla germina más rápido y en un intervalo de tiempo más corto, con menor riesgo de ataque de insectos y hongos del suelo. 
“Además, se logra una mejor estructura de la pastura, se anticipa el aprovechamiento y se logra un mayor desarrollo radicular”, explicó el técnico de Pergamino.
INTA informa